Se anticipa que será la elección más cerrada de la historia y que habrá largo suspenso.
Este domingo, en balotaje, se definirá la presidencia uruguaya, que enfrenta al oficialista Álvaro Delgado con el opositor Yamandú Orsi, tras un mes de campaña luego de resultar los más votados de la primera vuelta.
El izquierdista Orsi quiere devolver al poder al Frente Amplio, que gobernó durante 15 años hasta el triunfo del liberal Luis Lacalle Pou, quien ganó la última elección al mando de una coalición de centroderecha cuyos principales socios son su Partido Nacional y el Partido Colorado. Ahora será Delgado quien defienda la coalición de gobierno, apelando a la buena imagen de la gestión actual.
Los dos bloques llegan a este fin de semana en paridad de condiciones, con una aparente leve ventaja de Orsi dentro de un estrecho margen de empate técnico. La consultora Factum le asigna solo el 0,5% de diferencia (47,1 a 46,6), casi lo mismo que Cifra (47 a 46,4). Otras consultoras le dan de dos a cuatro puntos arriba.
En general, los analistas prefieren la cautela y coinciden en que el pronóstico es “más complejo” que otros años debido al escenario “muy cercano” entre ambos candidatos.
La cercanía en los sondeos hace prever que la diferencia final pueda ser incluso menor que cuando Lacalle Pou ganó en 2019 por menos de 40.000 votos. Y como cada voto cuenta, apenas se apagaron las luces de sus comandos de campaña, la noche del 27 de octubre, los candidatos salieron a recorrer el país y a multiplicar sus presentaciones en actos, encuentros con la gente y medios de comunicación.
Las chicanas del final
Quien dio el giro más claro fue Orsi. Aunque salió primero en los comicios de octubre con el 44% de los votos, quedó detrás de la suma de los partidos de la coalición oficialista (47%), que compitieron por separado. Ahora van juntos detrás de Delgado con el nombre de Coalición Republicana.
Orsi sabía que era hora de remar, y decidió dejar de escapar de las entrevistas, como venía haciendo, y salir al ruedo. Salió a la caza de votos con la seguridad de que ningún votante del Frente Amplio se va a pasar de bando, y tratando de sacarle votantes a los socios menores de la coalición oficialista.
Vino en su ayuda el expresidente José “Pepe” Mujica (2010-2015), que pese a sus 89 años y convalecer de un cáncer, no dejó de manifestarse por su favorito. El expresidente sembró, de paso, no pocas controversias, con declaraciones picantes que fueron a la vez lo más entretenido de una campaña sin mucha emoción.
Causó revuelo criticando esta semana al presidente Lacalle Pou porque “se compró una moto de 50.000 dólares, tiene dos camionetas al pedo”, más algunos insultos al voleo contra otros políticos y sindicalistas. Dos días después se retractó. O más o menos. “Se me fue la lengua por la calentura y pido disculpas al pueblo uruguayo. No por el contenido, el contenido lo suscribo. Por las formas. No es momento de decir eso”, declaró.
Por su parte, Álvaro Delgado también se dijo y desdijo al mismo estilo. Lo suyo empezó con una comparación entre Orsi y Alberto Fernández, apelando al desprestigio del expresidente argentino. “Si llega a ganar Orsi, lo digo con respeto porque le tengo afecto y respeto, va a pasar un escenario parecido a lo que fue Alberto Fernández en Argentina: seguramente sea el que firma, pero no el que manda. Va a decidir la barra, que lo condiciona todo el tiempo”, sostuvo Delgado en una entrevista.
Estas mínimas controversias no agitaron las aguas de una campaña en calma, donde incluso hubo un debate con tanto respeto que los dos candidatos se terminaban dando la razón en varios de los puntos tratados. Los contendientes de hecho presentaron sus programas y no hubo casi confrontación entre ellos, sobre todo por la insistencia de Orsi en mantener su libreto.
Mientras Delgado hacía campaña, quien buscó incidir a su favor fue Lacalle Pou, que no puede presentarse a la reelección y deberá esperar un período de gobierno para hacerlo, como Julio María Sanguinetti y Tabaré Vázquez.
Cruzar el charco
Si Orsi salió a seducir votantes del oficialismo, Delgado debió esforzarse en hacer la maniobra contraria y “fidelizar” los votos de su coalición. Ambos apelaron además a los indecisos, que volcarán el resultado final.
Los dos bloques rivales redoblaron los esfuerzos en los medios tradicionales y digitales, y apelaron al aún más tradicional y a su manera digital “puerta a puerta”, tocando el timbre de las casas. Se reflotó también el llamado “voto Buquebus”, es decir, llamar a votar y dar facilidades a los miles de uruguayos que viven en la Argentina para que crucen el Río de la Plata.
La candidata a vicepresidenta del oficialismo, Valeria Ripoll, fue la figura central de un evento ante 300 personas en Buenos Aires. Y el Frente Amplio, por su parte, publicitó pasajes con el 80 por ciento de descuento para quienes se anotaran. Incluso fue más que en la primera vuelta, que era de solo 50%. “¡A redoblar!” decía la promoción que salía en los medios, donde mostraban la foto de un ferry con ese cartel extendido en el costado.
Se espera que llegue el doble de votantes que en la primera vuelta. Cada voto puede hacer la diferencia para cualquiera de los dos, en una noche que se anticipa muy larga.