La instalación de energía renovable más grande del mundo tendrá una superficie mayor a la de unos 45 países del mundo, y las turbinas eólicas terrestres que se instalarían allí podrían triplicar el tamaño de los equipos líderes del mercado actual, según la documentación conocida al momento de solicitar los permisos de operación.
Los desarrolladores detrás del proyecto Western Green Energy Hub (WGEH), que incluyen a InterContinental Energy y CWP Global, revelaron sus planes actualizados para el proyecto en Australia Occidental en la presentación de consulta con las autoridades.
Se prevé que, cuando se encuentre en pleno desarrollo, las usinas alcancen una capacidad de 70 GW. Los promotores afirman que podría generar más de 200 TWh de energía renovable al año, dependiendo de la combinación y el tamaño de sus parques eólicos y solares.
Como referencia de la magnitud del proyecto, baste decir que el gobierno australiano estimó la generación total de energía del país en 274 TWh el año pasado; en 2021 en Argentina la generación total fue de 151 TWh; Estados Unidos, el principal consumidor de electricidad del planeta está en el orden de los 4000 TWh.
Sin duda, cuando opere en todas su capacidad, la nueva planta generará más electricidad que todo el parque de generación de muchos países de tamaño mediano.
Una cuestión de espacio
Australia no tiene problemas de superficie: allí viven unos 20 millones de personas en una superficie que es apenas más pequeña que Brasil; es el quinto país del planeta con mayor superficie.
De modo tal que escoger los 22.700 kilómetros cuadrados de tierra desértica costera que ocupará no supusieron un problema para el consorcio. Pero para comprender la extensión que esto supone baste decir que hay por lo menos 45 países en el mundo que tienen menos superficie, entre ellos, solo por citar, Israel o El Salvador o Kuwait o Eslovenia.
Más familiar para nosotros: la provincia de Tucumán tiene una superficie total de 22512 Km cuadrados. O en su interior entrarían 40 ciudades del tamaño de nuestra ciudad de Córdoba.
Desafíos
Los desarrolladores planean erigir hasta 3.000 turbinas eólicas, de entre 7 MW y 20 MW.
El detalle aquí es que, actualmente, la turbina eólica terrestre más grande del mundo es una máquina de 15 MW producida por la empresa china Sany, considerada ya un monstruo cuyo tamaño duplica la capacidad máxima de los modelos terrestres de muchos de los principales fabricantes de turbinas, que rondan los 7 MW.
Los desarrolladores del proyecto WGEH apuestan a prototipos de modelos más grandes que podrían aparecer en los próximos años, pero que aún están en desarrollo.
El proyecto también contará con hasta 60 millones de paneles fotovoltaicos distribuidos en 35 parques solares.
Una cuestión muy significativa es la del impacto ambiental. Granjas energéticas de ese tamaño pueden tener un impacto definitivo en el clima local. Como referencia, un estudio publicado en 2021 mostraba que, para una generación potencial de 82 TW, granjas masivas instaladas en el Sahara bajarían la temperatura promedio y aumentarían significativamente la humedad.
La proyección
La iniciativa pretende ser una contribución importante para cumplir con los objetivos estatales y nacionales australianos de transición a emisiones netas cero de gases de efecto invernadero para 2050 y, si sigue adelante, se construirá en etapas “alineadas con el crecimiento de la demanda del mercado”.
Se desarrollará en siete etapas que finalmente darán como resultado la instalación de hasta aproximadamente 35 “nodos” diferentes de alrededor de 2-3 GW cada uno. Se espera que la fase de construcción dure alrededor de tres décadas.
Sin duda, tan pronto comience a aportar energía al sistema, se producirán excedentes de energía, ya que el proyecto implica casi duplicar la potencia instalada hoy en Australia, de modo tal, que el consorcio tiene previsto un agresivo plan de negocios para transformarse en el principal proveedor de energía del sudeste asiático, para lo que se prevé transformar el excedente eléctrico en amoníaco.
La generación discontinua, el problema de fondo
Uno de los principales talones de aquiles de las energía eólica y solar lo constituye la cuestión de la continuidad: la demanda eléctrica es relativamente constante: en todo el planeta, se consume más electricidad en el pico del regreso a los hogares (en Argentina el pico de consumo se establece entre las 18 y las 23 horas).
Por supuesto, a esa hora ya no hay sol, salvo ciertas extremas zonas del planeta, en dónde el problema de la energía solar es más grave porque en esas regiones, hay una mitad del año en que directamente no hay luz solar.
Y no hay prácticamente región en el mundo en que el viento sople con energía constante durante todos los días de todo el año.
O sea, la demanda tiene un perfil muy diferente al de la oferta eólica o solar. Por eso se inventaron la pilas. Pero las pilas, tienen también su limitación: a los ritmos de consumo actualmente proyectados, las reservas mundiales de litio estarán en crisis en menos de 30 años.
La solución de las baterías puede “estirar” su vida útil con algún nuevo “yacimiento” pero sobre todo, si se incorpora más energía nuclear en el paquete de generación de los próximos años, lo que efectivamente está ocurriendo.
Pero en el fondo, baterías e isótopos radioactivos tienen por propósito principal contribuir a una transición “suave” hacia el destino final de la energía eólica y solar: transformarse en hidrógeno molecular (H2), con el que producir amoníaco (NH3) que es el vector que puede almacenar esa energía y transportarse sin los riesgos asociados a la acumulación de hidrógeno.
Hay una serie de factores que aún le restan competitividad a estos proyectos y cuestiones legales que los complejizan. De hecho, ya prácticamente se desistió de un proyecto de este tipo en Argentina, precisamente por estas cuestiones. La sanción de la ley RIGI podría implicar un replanteo.
En cualquier caso, se espera que en los próximos 30 años, el grueso de la generación mundial se haga en base a sol y viento, almacenando los excedentes como energía química de los enlaces de las moléculas del hidrógeno o del amoníaco.
Destino de la energía del proyecto WGEH
La energía generada por este proyecto podría destinarse a “una multitud de aplicaciones”, según afirman sus desarrolladores, incluido el potencial de producir aproximadamente 3,5 millones de toneladas de hidrógeno verde al año para usos locales, regionales e internacionales.
El amoníaco verde se propone como el “caso base” para la exportación del producto, añaden los desarrolladores, y es el producto de exportación ejemplar de la propuesta para fines de evaluación de impacto ambiental.