Distintos aspectos de la Política Exterior que viene realizando el presidente Javier Milei podrían ser tenidos en cuenta. Sin embargo, se han tomado algunos que sugieren algunas preguntas. Esto es, en cuanto a qué otros motivos podrían subyacer a una decisión gubernamental. Veamos.
Lo que encierra una ironía
Cuando el canciller británico David Cameron visitó las Islas Malvinas el pasado mes de febrero, algunos gobernadores argentinos criticaron esa decisión por considerarla una provocación. También una falta de respeto hacia los caídos en 1982. Ahora bien, esa guerra fue iniciada por la República Argentina a través de una intervención militar. Ello, en una búsqueda de lo que en los procedimientos de la política internacional se denomina “retorno al status anterior”. Es decir, recuperar lo que consideramos nos pertenece por antecedentes históricos, jurídicos u otros. Con esta toma de decisión olvidábamos la Resolución 2065 de Naciones Unidas del año 1965, que nos otorgaba el derecho a reclamo por medio de negociación. El tema es que la guerra se perdió, por lo que la pregunta sería ¿tiene derecho el vencedor a visitar las Islas después de algunos años, y expresar a sus súbditos que los apoyarían mientras decidieran permanecer allí? Seguramente sí, más allá de las molestias que esta realidad nos pudiere provocar.
Segunda cuestión ¿qué respuesta tuvo nuestro país frente a la visita de Camerón? Un mensaje de la entonces canciller argentina Diana Mondino decía “Valoramos el gesto del Canciller de UK Cameron de incluir a la Argentina en su vista a la región. Estaremos felices de recibirlo, en una próxima ocasión, también en Buenos Aires”. Esa frase, -aparentemente irónica-, encerraba una verdad, y es que Malvinas es una base muy importante para la OTAN en el Atlántico Sur. El Complejo Mount Pleasant (Monte Agradable), a pocos kilómetros de la capital Stanley, dispone de un aeropuerto con credenciales internacionales, un puerto de aguas profundas y están presentes las tres Fuerzas Armadas. Disponen de un sistema de defensa aérea, cazabombarderos, transporte de vigilancia marítima, helicópteros, radares, sistemas de comunicaciones y controles satelitales, entre muchos otros recursos. Esto es, una verdadera fortaleza que controla no sólo las Islas Malvinas, las Georgia del Sur y las Sandwich del Sur, sino también las aguas adyacentes por cuestiones de vigilancia y exploración y explotación hidrocarburífera y pesquera. Demás está decir, el valor estratégico que significa controlar el paso oceánico hacia los hielos continentales. Se incluyen en ello sus pretensiones sobre la Antártida y lo que ello afecta a la Argentina, a lo que debe sumarse el control del Atlántico Sur a través de la triangulación Malvinas, Islas Santa Helena y Ascensión. Es decir, un conjunto de intereses geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos que ameritaban poner en diálogo a través de la visita del canciller británico con la representante en nuestro país. Vaya si tenía validez la ironía de la entonces nuestra canciller.
Dónde nos situamos
Si algo ha caracterizado históricamente a la política exterior argentina, es la traza en “zigzag”. Esto es, según el partido político y la ideología de quienes estuvieran en el poder, serían los alineamientos políticos con el resto de los países. De ser adscriptos al Tercer mundo en la época de Alfonsín, a tener “relaciones carnales” con los Estados Unidos en la gestión de Menem, para pasar a ser aliados de Venezuela, Rusia, China e Irán en la etapa kirchnerista, al giro estratégico en la gestión actual. Por ello, la entrevista en Ushuaia del presidente Milei con la general norteamericana Laura Richardson en abril del presente año, adquiriría una especial relevancia. Esto es, en función de los nuevos alineamientos en política exterior, frenar el avance de la cooperación de nuestro país con China, en áreas de desarrollo estratégico que pudieren afectar los intereses norteamericanos en la región. Es que algunas cuestiones resultarían claves para la generala: frenar el desarrollo del proyecto Atucha III con financiación prevista por parte de China y acordar sistema de consultas en cuanto a información en general y cooperación nuclear en especial. Ciertamente, sin dejar de lado el nudo gordiano que significa la instalación de la base china de uso dual para la exploración espacial en Bajada del Agrio, en la Provincia de Neuquén, que opera como una cesión de soberanía en un territorio al que escasamente y sólo con autorización china la Argentina puede acceder.
Sin embargo, la visita de la generala también tuvo otro objetivo: neutralizar el desarrollo de un proyecto del gobernador Gustavo Melella (Tierra del Fuego) quien había previsto realizar la construcción de una base naval en Ushuaia y un puerto multipropósito en Río Grande. Todo con la cooperación de la República Popular China. Con el encuentro Richardson-Milei se daría un vuelco estratégico: construir una base militar en Ushuaia con apoyo de Estados Unidos, y reflotar el proyecto de un Polo Logístico Antártico de gobiernos anteriores. Ello, con vistas a la prestación de servicios a las expediciones destinadas al continente antártico, además de la importancia estratégica de d estar presentes en una región interoceánica. Es decir, un golpe de timón a tiempo, respecto de las pretensiones chinas en cuanto a tener injerencia en la región. La guerra fría también está presente en el Cono Sur. China es el principal interesado, por lo que lograr captar alineamientos, es fundamental.
El desaire como pretexto
En las cuestiones de protocolo y cortesía internacional, declinar una invitación no es frecuente en los usos y costumbres. Más aún si el que invita es una figura como el Papa, esto es, Jefe del Estado Vaticano y máxima autoridad de la Iglesia Católica. El encuentro era con motivo de la conmemoración de los cuarenta años del Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina por la cuestión del Canal de Beagle. Las razones esgrimidas o inferidas para que no asistiera el canciller argentino, fueron varias. Se habló de una cuestión de gestualidades entre los presidentes Milei y Boric a través de los discursos en la reciente Cumbre del G20 en Rio de Janeiro. Se dijo también que algunas expresiones del Sumo Pontífice pudieron haber sido interpretada como mensaje político hacia el gobierno argentino. Lo cierto es que el canciller argentino no fue a la conmemoración. Ahora bien, ¿no habrán existido algunas otras cuestiones vinculadas a la memoria histórica que justificaran dicha ausencia?
Quizás la razón subyacente fue el recuerdo de la resolución papal de aquél entonces, en cuanto resultó ser un laudo arbitral que tanto disgusto produjo en muchos argentinos. De acuerdo a la interpretación de algunos entendidos, la resolución no fue favorable para la República Argentina. Se perdieron las Islas Picton, Lennox y Nueva que quedarían bajo la soberanía chilena. Téngase en cuenta que esas islas ocupan un lugar estratégico en la zona de Tierra del Fuego, entre el Pacífico y el Atlántico. Pero también quedaría sin efecto el principio bioceánico esgrimido a partir de los Tratados de 1881 y 1893, por el que Argentina no podía pretender salida al Pacífico, ni Chile al Océano Atlántico. Esto se revirtió. El nuevo trazado favorecería a Chile en desmedro de Argentina. Pero también quedaría en el recuerdo de muchos argentinos, la consulta popular impulsada por el gobierno de Alfonsín. El conflicto entre ambos países parecía posible. Frente a la consulta popular, la propaganda política de entonces daba una sola opción: el SI o el NO a la guerra. ¿Era una propaganda engañosa? Quizás. El tema era si había o no adhesión a la propuesta papal evitando caer en conflicto armado. Esta memoria del pasado vinculada a la pérdida territorial en favor del país vecino ¿habrá estado presente en el presidente Milei, para no conmemorar algo que para los argentinos de por sí resulta doloroso?
Como podrá observarse, la política internacional de un país es fundamental. No sólo por los alineamientos con otros países, sino por las interpretaciones que puedan darse a los hechos y a las gestualidades. Todos son mensajes susceptibles de interpretación que determinarán futuras acciones. Pero en el caso argentino, existe una cuestión muy peculiar, y es quizás lo que más nos debería preocupar: la falta de unidad y continuidad en cuestiones de política. El entorno internacional evalúa y pondera cada una de las decisiones de los otros Estados con los cuales se habrá de relacionar. La confiabilidad en un país también se mide por el diseño y compostura en cuestiones de política exterior. Quizás una asignatura pendiente que, como país, deberíamos ponderar.