Córdoba

Diez años después en Sierras Chicas: inundaciones y solidaridad

Este 15 de febrero se cumplen 10 años del trágico episodio de Sierras Chicas, aquel que De la Sota definió como “un tsunami del cielo”.

En las sierras llovió toda la noche, y seguía lloviendo todavía a la mañana, como pidiendo que no se hable de otra cosa.

Mientras escribo, suenan las sirenas de los bomberos anunciando que se viene una crecida del río San Antonio. Es el sistema de alerta temprana en la zona. No puedo dejar de recordar lo que nos contaron cordobeses que estuvieron en la inundación de hace pocos días en Florianópolis.

Allá también cayó un tsunami del cielo. Pero aunque se rompió mucha infraestructura y quedaron autos flotando en todo el centro y norte de la isla, no hubo víctimas. Entre otras cosas porque el sistema de alerta temprano que funciona allá es algo más sofisticado que el nuestro.

Todas las personas que tenían celular, de cualquier compañía, que se encontraban en el radio de las antenas de telefonía de la zona crítica, recibieron un mensaje de alerta para no salir a la calle. La indicación era quedarse en dónde se estaba hasta que pasase la tormenta. Simple y efectivo.

Diferencias y parecidos

Le pregunto a la IA (está de moda) ¿cuáles fueron las causas de la tragedia del 15 de febrero de 2015 en Sierras Chicas?

Resumo su respuesta:
La intensa lluvia que cayó en la zona el 15 de febrero de 2015, con casi 300 milímetros en apenas 12 horas, (acoto yo: “el tsunami del cielo”), jugó un papel importante en la tragedia.

Sin embargo, según expertos, la falta de preparación y planificación de la zona para enfrentar eventos extremos como este fue la principal causa de la tragedia.
Excesiva urbanización en la zona, que llevó a la construcción de viviendas y edificios en áreas de alto riesgo de inundación, como orillas de ríos y arroyos. Enumera además, redundando:

  • Falta de planificación urbana
  • Deforestación
  • Falta de mantenimiento y limpieza de los cauces de los ríos y arroyos.

Comparaciones

En un ejercicio propio de alguien obsesivo, le pregunto cuáles fueron las causas de la tragedia provocada por la última dana de Valencia, el 29 de octubre pasado.

De nuevo resumo: Lluvias intensas; insuficiente infraestructura hidráulica; urbanización descontrolada; falta de alertas y preparación.

En suma, para los dos episodios me contestó lo mismo: Precipitaciones excepcionales. Falta de previsión. Un urbanismo desorganizado. En Valencia agregó el impacto del cambio climático, tema que omitió en Sierras Chicas, pero asumo que tiene que ver con el mecanismo que usa la IA para contestar.

Hago el mismo ejercicio (y no lo reproduzco aquí para no aburrir) con los incendios de Los Ángeles y algunos incendios emblemáticos por nuestros lares. El resultado es el mismo.

Si leyésemos las respuestas para los fenómenos en Valencia y Los Ángeles sin que nos digan a dónde se referían, aceptaríamos que hablan de lo que nos pasa aquí, cerquita, en casa.

¿Estoy en plan “Mal de muchos consuelo de tontos”? Para nada.
Trato de confirmar que lo que sucede en nuestra ciudad, en nuestra provincia, en nuestro país, es un fenómeno que no depende del subdesarrollo o del atraso. Depende de la organización social y cultural de occidente.

Y sería terriblemente desesperanzador quedarse con estas respuestas porque, tal como van las cosas, esa cultura y esa organización parecen prevaler. Más en tiempos de negaciones extremas.

Paso al optimismo

Por suerte otras cosas ocurrieron durante y después del fatídico 15F. Se las puede leer en los informes y reportajes que prepararon para publicar aquí mismo, en CBA24, Guido Bianchi y Leandro Martino con motivo del aniversario.

Entre otras cosas, hay una entrevista que hicieron en la radio a una de las afectadas, y un video con imágenes e informes de expertos. La historia de un padre que escaló su dolor y se hizo climatólogo.

Todo eso me hizo acordar de algo de lo que ya casi no se habla, pero que era una imagen muy fuerte esos días: la gente, en bandadas solidarias, sacando barro de las casas, auxiliando. Un ejército de hormigas solidarias dando manos y brazos y corazón.

En los albores de la solidaridad

Después de encontrar un fósil en la República de Georgia que habría vivido hace algo más de 100 mil años, los antropólogos le dieron fecha al nacimiento de la solidaridad.
Era un cráneo perteneciente a un Homo erectus adulto de unos 40 años, con una mandíbula que sólo tenía un diente y que vivió al menos dos años en esa situación, según la forma en que estaban sellados los orificios dentarios.

Si bien podría haber sido capaz de cuidar de sí mismo partiendo huesos para extraer el tuétano e incluso ablandando frutas y trozos de carne con martillos de piedra, la pérdida casi total de sus dientes sugiere alguna enfermedad y la casi nula probabilidad de sobrevivir sin ayuda.

Esto, dijeron los expertos, indica que ciertos comportamientos como la compasión y la cooperación ya estaban presentes en los Homo erectus.

La codicia, como cosa organizada, parece ser algo mucho más moderno. Afirmo que solo podemos darle unos 10 mil años de vida. No encuentro mucho escrito, pero supongo que las guerras y la esclavitud son señales suficientes de ese “aprendizaje” ¿humano?.

Cuando veo estas cosas, no puedo dejar de pensar que el ejercicio de la solidaridad, de la empatía, de la preocupación por los otros, por el conjunto, tiene diez veces más experiencia humana acumulada, así que no tengo dudas de que terminará prevaleciendo.

Hasta entonces, seguimos en la disputa.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba