Córdoba

El Papa cumplió 12 años de pontificado y un mes de internado

El Papa Francisco cumplió 12 años de pontificado y un mes de internación en la clínica Gemelli de Roma. El jueves 13, los médicos y enfermeros le llevaron una torta para celebrar su cumpleaños papal, y también que está un poco mejor, o por lo menos más estable, que cuando fue internado el 14 de febrero por problemas respiratorios.

El cuadro había empezado con una bronquitis, que luego derivó en una neumonía bilateral y, finalmente se sumó una disfunción renal. Con complicaciones y estabilizaciones, éste será el quinto domingo que el Papa no podrá salir al balcón de San Pedro para el Angelus, y todos ya empiezan a pensar en Semana Santa, con o sin Francisco.

Está claro que la situación es complicada, por no decir grave, aunque sorprendió la mejoría de los últimos días. Al diagnóstico, se suma la edad de Francisco, 88 años, y los antecedentes, ya que, en 1957, a la edad de 21 años, tuvieron que extirparle parte del pulmón izquierdo. Y si esta situación preocupa desde el punto de vista humano, se potencia desde el punto de vista político, porque es un jefe de Estado, y, sobre todo, la cabeza de la Iglesia, una institución que sigue teniendo mucho peso político en el mundo.

El Papa Francisco aseguró que está "atravesando un momento de prueba"

Por todo esto, no puede sorprender que el clima en el Vaticano sea cambiante, minuto a minuto, o por lo menos con cada parte médico. Que empiecen a llegar corresponsales de todo el mundo a Roma y que, por lo bajo, se empiece a especular con un cónclave de cardenales. Nunca es simpático ni adecuado hablar de la muerte, pero cuando una persona cumple con estas características (edad avanzada, antecedentes y enfermedad), no es descabellado, sino una posibilidad cierta, parte de la vida misma.

Ahora bien, podría pasar también que el Papa supere este momento, pero las crisis respiratorias son así, y pueden volver en cualquier momento. Por lo tanto, también está latente la posibilidad de una renuncia, reconociendo que ya las fuerzas para gobernar la Iglesia han menguado. Más aún, sabiendo que existe una carta de renuncia de Francisco desde 2013, cuando asumió como sucesor de Pedro. En aquella carta, Francisco dice textualmente: “Si sufriera una discapacidad por razones médicas, o lo que sea, aquí está mi renuncia”. Es muy clara y la presentó justamente para que se haga efectiva si llegara a hacer falta, hoy por hoy, la tiene guardada bajo siete llaves el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolín. Un par de veces surgió la pregunta por esa carta en los últimos años, ante dificultades físicas, a lo que Francisco contestó: “No hace falta ahora, porque la Iglesia se gobierna con la cabeza y no con la rodilla, y de la cabeza estoy bien”.

De cualquier modo, la preocupación existe. La Iglesia argentina ha llamado públicamente a una cadena de oración por la salud del Papa. Lo que no es público, es una directiva para adentro de la Iglesia de que “no se habla de posibles cónclaves”, es decir, no se habla de una etapa post Francisco. Este hecho, por la negativa, también confirma que sí existe preocupación.

Cómo es un cónclave

En el caso de renuncia o muerte de un Papa, sobreviene un período llamado sede vacante, durante los actos funerales, y luego se reúne el cónclave de cardenales, para elegir un nuevo Papa. Los cardenales son 253, cualquiera de ellos puede ser elegido Papa, pero no todos ellos votan. Solamente votan los menores de 80 años, que son actualmente 138 cardenales. Luego de encerrarse en la Capilla Sixtina, habla cada uno y se van conociendo los candidatos, de una manera casi natural, y con mucho de rosca política, como en cualquier institución mundana. En general, durante el segundo día de cónclave se produce la primera votación, que es secreta y por escrito. Hacen falta dos tercios de los votos para que se pueda ungir a un nuevo pontífice, lo que actualmente equivale a 92 votos. Si eso no ocurre, las papeletas se queman en un horno que tiene dos chimeneas, y se le agrega al fuego un producto químico para que el humo sea negro. Así, la gente reunida en la Plaza de San Pedro, contenida por la columnata de Bernini, y las que ven la escena por televisión, saben que no hubo nadie que logró el consenso necesario.

Así se van sucediendo votaciones, en 2013 para que el cardenal Jorge Bergoglio consiguiera los entonces 77 votos necesarios, hizo falta cinco rondas de votación. En estos 12 años de pontificado, el colegio cardenalicio creció en número, por eso, ese número mágico que representa los dos tercios, pasó de 77 a 92.

Ahora bien, hay un dato clave en lo político que muestra la muñeca de Francisco. De los actuales príncipes de la Iglesia con menos de 80 años, es decir, los que votarán en un próximo cónclave (sea cuando sea), que son 138, 111 han sido nombrados por Francisco. Representa más del 80 por ciento, porcentaje que supera ampliamente el 66 por ciento necesario.

Esta realidad puede hacernos pensar que Francisco sí ha pensado siempre en su muerte, como es habitual y normal en cualquier ser humano, y ha emprendido actos que se orientan a garantizar la continuidad de su legado.

Papado progresista

Después de dos papados ultraconservadores, como fueron los de Juan Pablo II y Benedicto XVI, el de Francisco representó un aire fresco para la Iglesia, abriéndola desde todo punto de vista. Desde el punto de vista geográfico respetó la palabra “católica”, que significa universal, y dio más lugar a las iglesias de Asia, África y Latino América, reduciendo la anterior supremacía en el colegio cardenalicio de Europa y, sobre todo, de Italia.

En lo histórico, se animó a revisar muchos episodios y pedir disculpas en nombre de la Iglesia por atropellos como los de la colonización de América o la condena contra Galileo Galilei.

En lo pastoral, fue capaz de readmitir en el seno de la Iglesia a las personas separadas, dio muchísima más presencia y protagonismo a las mujeres, y hasta tendió puentes de humanidad a las diversidades sexuales.

También se metió con la corrupta curia romana, los intersticios del Vaticano, y se animó a sancionar a clérigos abusadores y pederastas, desde curas comunes hasta obispos y cardenales. Y dentro de la política de la Iglesia, dio un paso muy arriesgado en reivindicar a los teólogos de la Liberación, que habían sido perseguidos, castigados y cancelados por Juan Pablo II y, en menor medida, por Benedicto XVI. En esa lista están Frei Betto, Leonardo Boff, y el recientemente fallecido Gustavo Gutiérrez. Por contrapartida, combatió con sus medios y en lo que pudo al ala más reaccionaria de la Iglesia, el Opus Dei y otras congregaciones como El Verbo Encarnado, por ejemplo.

En lo social, escribió cuatro encíclicas: Lumen Fidei, Laudato Si, Fratelli Tutti y Dilexit Nos, siete exhortaciones y nueve cartas apostólicas. Sobre todo, fue fiel al nombre que eligió: Francisco, y como el santo de Asís, dio prioridad a los pobres y a la naturaleza. También denunció con más fuerza que ningún otro líder mundial al neoliberalismo por ser contrario a la doctrina de Cristo, a los que persiguen y victimizan a los inmigrantes y a los mercaderes de armas y señores de la guerra.

En uno de sus primeros viajes, en Brasil, exhortó a los jóvenes a “hacer lío” y en Cochabamba, en 2015, pidió perdón en nombre de la Iglesia a los pueblos originarios por los crímenes de la colonización y el genocidio perpetrado con la Cruz y la espada.

Y otro de sus sellos fue la defensa de los tres derechos fundamentales de cualquier ser humano, lo que Francisco llama “las tres T”: tierra, techo y trabajo.

Por supuesto que falta mucho para democratizar la Iglesia y volver a hacerla popular, pero son pasos enormes los que ha dado Francisco. Y más allá de su función específica, durante todos estos años ha sido una voz clara y fuerte en defensa de los pobres, los trabajadores, y, sobre todo, los inmigrantes, en un mundo donde el neofascismo grita cada vez más fuerte en contra de ellos. Y ha condenado como quizá ningún otro líder mundial el sistema económico neoliberal, por injusto y anticristiano, y a los fabricantes y comerciantes de armas.

Todo esto estará en juego cuando Francisco no dirija más la Iglesia, ya sea porque de un paso al costado, o por lo más inevitable de la existencia humana, que es el paso a la eternidad.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba