Sí, es liberación y no libertad. Son dos cosas totalmente distintas. La libertad como realidad dada y acabada es una mera ilusión. Desde lo filosófico se rieron de esa idea desde Aristóteles hasta Spinoza. Desde lo político hay infinidad de ejemplos en la historia de que la libertad es una construcción perpetua y que se gana, nunca se recibe de regalo. Y desde lo económico… bueno, está quedando claro más que nunca que esa idea de libertad individual es la mayor estafa posible. En cambio, el concepto de liberación, es totalmente distinto, porque implica lucha, implica pueblo, implica colectivismo, implica sacrificio, implica solidaridad, implica igualdad, y mucho más.
La Pascua, desde lo religioso, es esto, para los judíos y también para los cristianos. Pero el sentido religioso tiene un sustrato eminentemente político e histórico.
Empezando por la Pascua Judía, Pesaj, que es la conmemoración de la liberación de la esclavitud a la que habían sido sometidos los judíos en el antiguo Egipto. Moisés, que se ha criado con el hijo del Faraón, es quien conduce a su pueblo en ese paso hacia la liberación, abre las aguas del Mar Rojo y luego los guía por el desierto durante 40 años. Más allá de las metáforas, lo importante sigue siendo la liberación, en este caso de la esclavitud.
Y esto es lo que celebraba Jesús y sus discípulos en aquella que luego sería conocida como “La última cena”, cuando será traicionado por Judas y entregado a los romanos.
Todo había empezado el “Domingo de Ramos”, cuando Jesús entró en Jerusalén montado en un burro y aclamado por los pobres, los mendigos, los hambrientos. Esto no era una procesión religiosa y pacífica, era una manifestación de protesta, porque desde el oeste de Jerusalén, estaba entrando Poncio Pilatos, el gobernador romano, pero de una forma muy distinta a la de Jesús. Como demostración de poder y de mano dura contra cualquier revuelta que pudiera darse en la Pascua Judía, Poncio Pilatos entra a la ciudad montado en un brioso caballo de guerra y flanqueado por una guardia imperial que recordaba la opresión del pueblo judío en ese momento. Era para recordar la opresión política, pero también para recordar que el César también era un dios, justamente a ese pueblo que era monoteísta.
Por lo tanto, uno entraba con todo el boato imperial, y el otro, entraba en un burro mientras el pueblo agitaba hojas de palma, que eran símbolo de la resistencia judía a la ocupación extranjera, desde la época de los macabeos. Los pobres le gritaban “Hosanna”, que significa “sálvanos”. Por lo tanto, la entrada de Jesús está lejos de ser una procesión pacífica, es una manifestación de protesta, y hasta una parodia del poderío imperial de Roma.
Tan es así, que, por si quedaba alguna duda, al día siguiente, el lunes, Jesús entra al templo y echa a las patadas a los mercaderes, llamando al lugar “cueva de ladrones”. ¿Quiénes eran? Sobre todos los prestamistas, los usureros, los vendedores de humo, los especuladores. Los mismos que podemos encontrar hoy, prostituyendo símbolos sagrados como lo era el templo en aquel momento.
Eso que ocurre entre el domingo y el lunes es lo que realmente lo sentencia a muerte a Jesús. Él no fue asesinado por predicar el amor, por hacer milagros, devolver la vista a los ciegos o hacer caminar a los paralíticos. No, no, fue asesinado por estos actos políticos y rebeldes. De hecho, Roma solo crucificaba a los líderes rebeldes, a los insurrectos.
Jesús encarna un mensaje tan político como religioso, muy simbólico para ser leído en la Argentina de 2025. Es un hijo del pueblo que nace en la periferia del imperio, en un pueblo perdido de Medio Oriente. Sus padres son tan, pero tan pobres, que ni siquiera consiguen una pieza para el nacimiento, que tiene que tener lugar en una cueva de animales, lo que eufemísticamente llamamos pesebre.
Pero más allá de su nacimiento, su muerte es la que marca a quienes se dicen cristianos. Porque deben tomar conciencia de que son seguidores de un perseguido político, un torturado y un asesinado. Pero también de un resucitado, y esto es lo que hace del cristianismo una religión y no solo una filosofía o una corriente política. Sin la fe en la resurrección del Domingo de Pascua, no habría cristianismo.
Sin embargo, lo más fuerte de su mensaje no está en la magia de caminar sobre el agua o de multiplicar panes, sino en la valentía de arriesgarse o en la solidaridad de dar de comer a los hambrientos, de pensar en el prójimo, en el otro y la otra. Y en gritarle la verdad al poder, porque por más mentiras o fake news, como se le dice hoy, la verdad se impone. Porque los césares, los de hace 2.025 años, y los césares de hoy, no tendrán la última palabra.