Córdoba

Dólar en picada: la mejor noticia para el gobierno y la peor para el campo y la industria

A una semana del arranque del nuevo esquema cambiario, el dólar oficial experimentó un alza inicial superior al 10% para luego derrumbarse y volver a un valor similar a la previa de la salida parcial del cepo.

El diseño del sistema incentiva la venta de moneda estadounidense, profundiza el desplome de la divisa y reflota el carry trade. Las incógnitas que surgen a partir de la Fase 3 del programa económico son varias.

Por un lado, dos preguntas asociadas: cuánto caerá el tipo de cambio y hasta cuándo se mantendrá el desarme de carteras dolarizadas para adquirir instrumentos en pesos.

Por el otro, las dudas sobre los efectos sobre el conjunto de la economía: cómo se sostienen los negocios de exportación con un dólar en baja y costos internos con subas (moderadas, pero subas al fin), cuál será la magnitud de las compras en el exterior (¿vuelve el deme dos?) y cuál será el impacto sobre las industrias locales.

Sigue la bicicleta

Tras la flexibilización de las restricciones cambiarias, el JP Morgan recomendó a sus clientes que inviertan en bonos y letras argentinos al menos hasta las elecciones legislativas de octubre.

La mecánica de la bicicleta propuesta es la siguiente: desprenderse de los dólares, aprovechar las tasas de interés en pesos y después dolarizar las ganancias. Ese procedimiento se conoce como carry trade y funciona siempre y cuando se mantenga la paz cambiaria.

Al mismo tiempo, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) relajó las normas de acceso al Mercado Libre de Cambios (MLC) -el que utilizan exportadores e importadores- para inversores no residentes. En concreto, podrán repatriar sus fondos a través del mercado oficial mayorista. Sin embargo, requerirán un período mínimo de permanencia de seis meses, que coincide con los comicios de medio término.

Tanto el informe del JP Morgan como la medida del Central fueron interpretados por avezados analistas financieros como una señal para efectuar la "bicicleta financiera", como los críticos llaman al carry trade en criollo.

Este combo de factores revirtió el humor del mercado y los grandes jugadores empezaron a deshacerse de los dólares ante el temor de que la cotización continúe en una senda descendente por una eventual entrada masiva de divisas desde el exterior para sacarle provecho a los rendimientos de las Letras Capitalizables (LECAP) del Tesoro Nacional. El resultado se cristalizó en el desplome de todos los tipos de cambio, incluido el oficial.

Con el ingreso de los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial por US$ 13.500 millones y el engrosamiento de las reservas internacionales, el gobierno de Javier Milei se aseguró un “arsenal” para desalentar maniobras especulativas de los sectores que propiciaban una devaluación de la moneda nacional.

Los riesgos detrás del carry trade

En general, los analistas coinciden con que, al igual que la Fase 2, el nuevo esquema cambiario con flotación libre entre $1.000 y $1.400 busca estacionarse en un dólar apreciado. La diferencia sería que el préstamos del FMI garantizará estabilidad cambiaria hasta las elecciones, con lo que hay un incentivos muy fuerte al carry trade.

Todos coinciden en que el esquema se mantendrá al menos hasta las elecciones, unos seis meses.
Si, tal como ocurrió hasta ahora, la inflación supera al 1% de la banda superior del precio del dólar, el peso seguirá apreciándose y el panorama de mediano plazo para los exportadores será muy complejo y la tentación a importar bienes será cada vez más fuerte.

A 1000, compro

El Banco Central se prepara para comprar dólares a 1.000 pesos. Mientras el Gobierno celebra la baja del tipo de cambio oficial, el organismo que conduce Santiago Bausili oficializó la presentación de su bid en el mercado financiero para comprar divisas estadounidenses a esa cotización.

Así lo reflejaron operadores del mercado financiero, que observaron la posición de compra del BCRA, que refuerza el mensaje del equipo económico de que recién comprará reservas cuando el tipo de cambio oficial mayorista esté en el piso de la banda.

“El BCRA ya puso el bid en 1000″, consignó hoy el economista Gabriel Caamaño, director de Outlier, en su cuenta de X (ex-Twitter). Según precisaron quienes operan en el mercado financiero, fue una orden por hasta US$500 millones.

De esta manera, la autoridad monetaria establece formalmente lo que tanto el presidente Javier Milei como el ministro de Economía, Luis Caputo, enfatizaron en las últimas jornadas, tras la apertura del cepo: el BCRA no realizará compras de reservas mientras el tipo de cambio se encuentre dentro de la banda de flotación (entre $1000 y $1400) y la intención oficial es que la cotización se desplome hacia el piso de ese esquema.

En el corto plazo, las cotizaciones en el mercado local le sonríen al Gobierno. En la primera rueda de la semana, el tipo de cambio oficial el lunes caía 5% y operaba en $1080, un valor similar al del día anterior a la apertura del cepo. Entre tanto, el dólar MEP se negociaba a $1093 (cayó 6%) y el contado con liquidación o CCL en $1102.

La baja en la cotización del dólar oficial y los tipos de cambio libres fue celebrada por el ministro Luis Caputo. "Habría que esperar una catarata de colegas y periodistas pidiendo disculpas por decirle a la gente que habíamos devaluado, pero seguramente no va a suceder", escribió en un mensaje en su cuenta de X (ex-Twitter).

El panorama industrial

La ausencia de políticas industriales en la letra chica del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) preocupa a industriales argentinos que, a pocos días de aprobada la nueva deuda, ya enfrentaron una de las medidas exigidas por el Fondo en sus condicionalidades: la apertura a la importación de maquinaria usada.

Por lo tanto, crece la alerta para la producción nacional que enfrenta un escenario para nada alentador: el acuerdo del gobierno con el FMI -y con la administración Trump- implica apertura comercial indiscriminada, sumado al impacto de la devaluación en el costo de los insumos importados, y el mayor costo de la energía dolarizada, todo ello en un marco de caída sostenida del consumo doméstico, todo lo que podría desencadenar un proceso de mayor desindustrialización y pérdida de más fuentes de trabajo.

Mientras el sector productivo nacional acarrea meses con más de la mitad de sus recursos productivos ociosos, al punto de que Argentina fue el país con mayor caída industrial del mundo en 2024 (-9,4% anual).

Se configura así un panorama alarmante: el 40% de las empresas PyME industriales aseguró sentirse amenazada por las importaciones en las ventas al mercado interno, a la vez que crece la sustitución de producción local por importada.

El 18% de las empresas sustituyó insumos, materias primas y bienes intermedios nacionales por importados, mientras que un 7% sustituyó producción propia por importaciones. A la par, el programa económico de la actual gestión nacional no parece dar respuestas, por lo que para el resto del año “un 30% de empresas crece que tendrá que aumentar sus importaciones de insumos y un 18% aquellas de productos terminados”.

Como resultado, las medidas en el mercado doméstico se traducen en reducción de costos, pérdida de rentabilidad, postergación de inversiones, suspensión y reducción de personal y horas extras.

Leche y pan

Pero dejar que caiga el tipo de cambio oficial perfila nuevos problemas en el frente externo. Analistas consideran que las exportaciones están estancadas o en retroceso, mientras que las importaciones registran fuertes crecimientos.

Los números del intercambio comercial de marzo muestran que las cantidades exportadas cayeron 4,2% con relación a igual mes del año pasado en tanto que las compras externas subieron 47,5%.
Con las nuevas medidas, el panorama tenderá a agravar estos desequilibrios.
La guerra comercial desatada por los aranceles impuestos por los Estados Unidos perfila complicar aún más el panorama.

“Cuando se importan productos que no podrían ingresar al mercado argentino sólo por el costo de los fletes, como el pan o la leche, estamos en problemas”, se comenta en medios de la agroindustria.
Productos que hasta ahora agregaban valor a la producción agrícola, como los biocombustibles, pierden competitividad.

El impacto no se limita a la actividad manufacturera. Los cálculos del sector rural arrojan que los productores que arrendaron campos, en general, terminarán la campaña a pérdida, se lamentan en el sector, que además se ve en la encrucijada establecida por la amenaza del gobierno nacional: o exportan su producción ahora o lo harán con aranceles de exportación más altos a partir de julio.

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