La misma empresa que electrificó a toda una industria hoy parece perder energía, no tanto por sus baterías, sino por un conjunto de factores que van desde la feroz competencia global hasta el impacto del estilo personal —y político— de su CEO, Elon Musk.
Cuando las cifras dejan de acelerar
Los primeros meses de 2025 no han sido amables con Tesla. En el primer trimestre del año, entregó unas 337.000 unidades a nivel global, un 13% menos que en el mismo período de 2024. Pero más alarmante aún: esa cifra representa una caída del 32% respecto al último trimestre del año anterior. Un frenazo brusco para una marca que, hasta hace poco, parecía imparable.
En Europa, el contraste entre Tesla y el resto del mercado eléctrico es tan marcado como un auto detenido en la autopista. Mientras las ventas de eléctricos crecieron un 28%, las de Tesla se desplomaron: -37,2%. En algunos países, las cifras son casi dramáticas. En Alemania, un descenso de más del 75% en abril. En Suecia, -80,7%. En Países Bajos, -73,8%. Incluso en China, un bastión para Tesla, la caída de febrero fue del 51%.
¿Qué está fallando?
Hay razones operativas. Tesla decidió a comienzos de año pausar parcialmente su producción para preparar una versión renovada del Model Y, su modelo más popular. También tuvo complicaciones logísticas, demoras en la cadena de suministro y problemas para lanzar el Model 2, su vehículo más económico y esperado.
Para compensar la baja demanda, la empresa aplicó fuertes recortes de precios. Eso atrajo compradores, sí, pero a costa de rentabilidad. El margen operativo se redujo a menos de la mitad: de 11,4% a 5,5%. Y el inventario acumulado creció, señal de que los autos no están saliendo al ritmo esperado.
Pero el punto clave está afuera: la competencia ya no le pisa los talones, le respira en la nuca.
BYD y el avance chino: el nuevo motor del mercado
Tesla ya no está sola. Las automotrices chinas, especialmente BYD (Build Your Dreams), han hecho lo que parecía improbable: ofrecer vehículos eléctricos buenos, bonitos y más baratos. Con producción integrada, expansión internacional y un abanico de modelos que va desde compactos hasta SUV de lujo, BYD superó a Tesla en ventas globales en el último trimestre de 2024. Y lo hizo con una fórmula simple pero potente: más variedad, mejor precio y menos ruido.
La presencia china en Europa y América Latina crece mes a mes. Y el mercado, como suele hacer, responde a la oferta más razonable. Hoy, muchos de los modelos de BYD se venden por debajo de los 30.000 dólares. Tesla, que supo ser sinónimo de innovación, empieza a parecer costosa… y sola.
Musk, la política y la marca personal que ya no suma
Hay un factor que distingue a Tesla de cualquier otra automotriz: Elon Musk. Su figura, tan carismática como divisiva, ha sido durante años un activo incuestionable. Pero hoy, empieza a convertirse en un pasivo incómodo.
Su cercanía con Donald Trump, su rol como asesor informal del nuevo gobierno republicano y sus declaraciones políticas han generado rechazo entre amplios sectores del público, especialmente en Europa y en los estados “azules” de EE.UU. En países como Noruega, donde Tesla solía tener una imagen casi ecológica, la intención de compra cayó del 27% al 17,5% en apenas un trimestre. Y los que directamente no consideran comprar un Tesla subieron al 64%.
Una marca que durante años se asoció con el futuro, la innovación y la sustentabilidad, hoy empieza a estar ligada —para muchos— a una narrativa ideológica que no comparten. Incluso hay aseguradoras e inversores que han tomado distancia por razones éticas o reputacionales. En Estados Unidos, la tasa de lealtad entre usuarios también cayó. Tesla perdió cerca de un punto de cuota de mercado solo en California.
Lo que viene: entre robotaxis, IA y una reinvención necesaria
Elon Musk insiste en que 2025 será un año bisagra para Tesla. Promete avances en inteligencia artificial, conducción totalmente autónoma y los primeros “robotaxis” operando sin supervisión. También sueña con robots humanoides (Optimus) trabajando en sus fábricas antes de que termine el año.
Pero entre la promesa futurista y la necesidad presente hay una brecha cada vez más visible. Los inversores quieren resultados. Los consumidores, confianza. Y los competidores, que hasta hace poco eran actores secundarios, hoy lideran en muchos frentes.
Tesla sigue siendo una empresa con músculo tecnológico, visión y recursos. Pero atraviesa el momento más delicado desde la pandemia. Y como toda compañía icónica, su futuro no se define sólo en sus fábricas o laboratorios, sino también en su narrativa, su conexión emocional con el público y su capacidad de adaptarse a un mundo que ya no gira a su alrededor.