India y Pakistán vienen intercambiando ataques mutuos desde hace dos semanas, con un resultado, hasta ahora, de un centenar de muertos. Este sábado, habían llegado a un acuerdo de alto el fuego, promocionado con bombos y platillos por Donald Trump, pero casi inmediatamente prosiguieron sucesivas violaciones a esa tregua, de ambos lados.
La escalada bélica comenzó el miércoles pasado, con un ataque masivo contra zonas fronterizas de Pakistán, dejando más de 30 personas muertas.
Según Nueva Delhi, el ataque fue direccionado contra “campamentos terroristas” y en represalia por un atentado ocurrido el pasado 22 de abril en la Cachemira india, que dejó 26 muertos.
Desde la contraparte, Pakistán respondió con el derribo de 5 aviones cazabombarderos indios de fabricación francesa, y con un ataque con drones contra la Cachemira administrada por India. Ese ataque tuvo su respuesta desde Nueva Delhi, pero lo que hay que decir es que, en esta guerra moderna de drones, los aparatos no tripulados de Pakistán son de fabricación turca y los que tiene India son de origen israelí. Además, hace dos semanas que en la frontera vienen enfrentándose soldados de ambos bandos con armas ligeras, y todo esto hace temer que la escalada de la tensión pudiera derivar en una guerra abierta entre dos potencias nucleares.
Aunque siempre son datos reservados, los sitios especializados en armamento calculan que en la actualidad la India tiene unas 172 ojivas atómicas, mientras que Pakistán unas 170, un poder suficiente para afectar gravemente a todo el planeta. En el pasado, ya tuvieron cuatro guerras abiertas, en 1947, 1966, 1971 y 1999, pero todavía no tenían el poder nuclear que tienen hoy.
Siempre, las tensiones giran en torno a Cachemira, una zona disputada por los dos países, y en una pequeña parte, también por China. Pero el gran encono entre Pakistán y la India viene desde la época de la independencia del Raj Británico, en 1947, cuando no prosperó el proyecto del Mahatma Gandhi de un país unido, multicultural y con tolerancia religiosa. En su lugar, se impusieron los odios que llevaron a la violencia sectaria y, finalmente, a la partición en dos países: la India con preponderancia del hinduismo, y Pakistán, con el islam como religión oficial. Hubo masivas deportaciones cruzadas y decenas de miles de muertos, uno de ellos, el propio Mahatma Gandhi, asesinado por un fanático hinduista que lo acusaba de traición.
Lo que hay que decir es que en el subcontinente indio siempre hubo muchas culturas y religiones coexistiendo, y sería ingenuo decir que fue siempre en paz y armonía. Sin embargo, el odio visceral que existe hoy es una herencia del colonialismo inglés, que a partir del siglo 18 dominó a través de la Compañía de las Indias Orientales y luego directamente como su principal colonia, imponiendo su tradicional política colonialista de “divide y vencerás”. Esto exacerbó las diferencias y derivó en la tragedia de la partición de 1947 y todo lo que seguimos viendo hasta la actualidad.
Actualmente, el Gobierno indio ha intensificado sus políticas sectarias contra la minoría musulmana. Para el primer ministro Narendra Modi, la crisis podría representar una oportunidad para afianzar su proyecto nacionalista hindú. Por el otro lado, en los últimos años, Pakistán se ha ido alejando de la influencia de Estados Unidos.
De hecho, desde la salida de Afganistán en 2021, Washington no solo se ha distanciado de Pakistán, sino que se ha acercado a la India. Y mucho más desde enero pasado, por la sintonía ideológica entre Modi y Donald Trump.
Además, India ha tejido buenas relaciones con Francia, Japón, Australia y, sobre todo, Israel, único país que salió en las últimas horas no a llamar al diálogo sino a felicitar a Nueva Dehli por los ataques.
Del otro lado, Pakistán tiene buenas relaciones actualmente con China y la mayoría de los países musulmanes, entre ellos Turquía, Arabia Saudita y el resto de los países árabes.
Todo esto hace temer por el juego de alianzas que teje cada uno, pero sobre todo porque un conflicto nuclear directo pondría en peligro a todo el mundo. Recordemos que nunca se dio una circunstancia así, jamás hubo una guerra frontal entre dos potencias nucleares. Lo más cerca de eso fue la llamada “Crisis de los Misiles” de 1962 cuando los soviéticos instalaron ojivas atómicas en Cuba, luego del fallido intento de invasión estadounidense en Bahía de Cochinos.
Por otro lado, la tensión sigue en aumento y lo más grave es que la pirotecnia verbal ha encendido los ánimos de los pueblos tanto en India como en Pakistán, pueblos que ahora exigen a sus respectivos gobiernos actuar con más y más dureza contra sus enemigos.