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“Lo viejo funciona, Juan”: vejez, memoria y resistencia

En una de las escenas de la serie El Eternauta, la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, uno de los personajes pronuncia una frase aparentemente simple: “Lo viejo funciona, Juan”. La situación es extrema: una nevada mortal ha comenzado a caer sobre Buenos Aires y un grupo de personas lucha por sobrevivir. En medio del caos, los protagonistas necesitan desplazarse y descubren que solamente los autos antiguos son los que funcionan. Y ahí, en ese momento, lo viejo no solo sirve: salva.

Podría parecer apenas una anécdota, pero esa línea condensa una poderosa verdad que trasciende la ficción. En una época como la nuestra, que exalta lo nuevo, lo veloz y lo joven, detenernos en esa frase es también un acto de resistencia. Porque “lo viejo funciona” no habla solo de objetos: habla también de personas.

Vivimos en sociedades donde las personas mayores son muchas veces tratadas como si ya no tuvieran nada que aportar, incluso son víctimas de la denominada “cultura del descarte”. Como si su tiempo hubiera pasado. Sin embargo, lo viejo —lo que tiene historia, lo que ha resistido, lo que ha vivido— tiene una potencia que no se puede reemplazar. En tiempos de crisis —sociales, políticas, emocionales—, el valor de la experiencia, de la calma que da el tiempo, de los saberes transmitidos, se vuelve esencial.

“Lo viejo funciona” sirve también como consigna para repensar cómo nos vinculamos con la vejez. En lugar de temerla o negarla, deberíamos aprender a integrarla, a escucharla, a respetarla con dignidad. Las personas mayores no son reliquias del pasado: son parte activa del presente. Basta con mirar a los jubilados y jubiladas que todos los miércoles reclaman por sus derechos, en la ronda en la Plaza San Martín de Córdoba o protestando frente al Congreso en Buenos Aires, resistiendo los golpes y los gases de la policía.

No se trata de romantizar la vejez, sino de reconocer que en ella hay una potencia que la sociedad no siempre sabe ver. Lo viejo funciona, no por nostalgia, sino porque tiene sentido, porque tiene historia, porque tiene vida. Las personas mayores son narradoras de memorias, portadoras de cultura, testigos de transformaciones, y muchas veces, sostén silencioso de las generaciones más jóvenes.

El Eternauta, con su relato de ciencia ficción popular y comprometida, nos deja esta perla que hoy puede leerse como un manifiesto contra el viejismo: “Lo viejo funciona, Juan”. Y no funciona solo porque sigue estando ahí, sino porque tiene valor, sentido y voz. Porque lo viejo —como las personas mayores— no es lo que ya no sirve, sino lo que ha sobrevivido. Y eso, en cualquier época, es algo que merece respeto.

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