LEÓN XIV INICIA SU PONTIFICADO RECORDANDO A FRANCISCO Y LLAMANDO A LA UNIDAD
El domingo 18 de mayo, el papa León XIV ofició su primera misa como sumo pontífice en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de miles de fieles y delegaciones de 150 países. En su homilía, recordó con emoción a su predecesor, el papa Francisco, cuya muerte describió como un momento de profunda tristeza para la Iglesia. Citó el Evangelio de Mateo al expresar que, tras su partida, “nos sentimos como ovejas que no tienen pastor”.
León XIV, de origen estadounidense y miembro de la Orden de San Agustín, asumió su elección con humildad, afirmando: “Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría”. Enfatizó que el papado debe ejercerse como un servicio, no como un ejercicio de poder, y se comprometió a ser un pastor que guía sin imponerse.
Durante su homilía, el nuevo pontífice hizo un llamado a la unidad y la reconciliación, tanto dentro de la Iglesia como en el mundo. Abogó por una fraternidad que supere el odio, la violencia y la exclusión, y destacó la importancia de afrontar los desafíos actuales con amor y espíritu misionero. Rechazó la tentación de ser un líder solitario y se presentó como un servidor de la fe.
León XIV también abordó temas de actualidad, denunciando el bloqueo humanitario en Gaza y la situación en Ucrania, y expresó su deseo de que la Iglesia sea un signo de unidad en un mundo herido por el odio y la violencia. Su homilía marcó el inicio de un pontificado que busca continuar el legado de Francisco, promoviendo una Iglesia abierta, dialogante y comprometida con los más necesitados.
Con 69 años, León XIV asume el liderazgo de una Iglesia que enfrenta desafíos internos y externos, incluyendo la polarización, la sostenibilidad financiera y debates sobre el papel de la mujer y la lucha contra los abusos. Su elección y primeras palabras indican una intención de guiar a la Iglesia con firmeza, humildad y un enfoque en la caridad como verdadera forma de autoridad.
