Córdoba

Netanyahu acusa de nazis a los palestinos

El negacionismo no es Nuevo, siempre fue parte constitutiva del fenómeno de genocidio. Luego de que el genocida intenta exterminar un grupo humano (definición de la ONU sobre genocidio), lo niega. Siempre lo niega, y negarlo es fundamental en su plan genocida.

Eso ocurrió siempre. Aún hoy Turquía niega el Genocidio Armenio. Algunos siguen negando que la Shoá u Holocausto haya sido un genocidio y discuten la cifra de seis millones de judíos exterminados por el nazismo. Lo mismo ocurrió luego de los genocidios de los Balcanes o Ruanda. Y en nuestro país, siempre hubo quienes negaron los distintos genocidios contra los pueblos originarios, sobre todo la mal llamada Campaña del Desierto y el exterminio del pueblo nación Mapuche. En los últimos tiempos, vuelven quienes niegan los 30 mil desaparecidos y que la última dictadura haya aplicado un genocidio sistemático. El negacionismo no es nada nuevo.

Pero lo que sí es novedosa y sorprendente es la táctica de acusar de genocidio a cualquiera y por cualquier motivo. Es una nueva forma del genocida de embarrar la cancha, porque si cualquiera es genocida, nadie es genocida, en definitiva.

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, acaba de decir en un video público que “Palestina libre es la versión actual de Heil Hitler”. Es decir, ya no solo niega el genocidio que él y su gobierno lleva adelante, sino que acusa de lo mismo a las víctimas.

Recordemos que, desde hace un año y medio, Israel ha exterminado a más de 70 mil personas, la inmensa mayoría civiles, muchos niños y ancianos. En los últimos dos días solamente, 29 niños y ancianos han muerto de hambre, por la negativa de Israel a permitir la entrada de ayuda humanitaria internacional en la Franja de Gaza. Allí, Israel está masacrando a la población civil a puro bombazo y con el hambre como arma de guerra, y en Cisjordania, un régimen de Apartheit impide la vida, que es otra manera de matar.

¿Genocidio blanco?

Esta semana, Donald Trump recibió en la Casa Blanca al presidente de Sudáfrica Cyril Ramaphosa, quien viajó a Washington esta semana para tratar de recomponer los lazos con Estados Unidos tras las persistentes críticas de Trump en los últimos meses por sus leyes agrarias y su política exterior, ya que Sudáfrica es parte integrante de los BRICS.

Trump acusa a Sudáfrica de llevar adelante un "genocidio blanco".Fuente: Reuters

Pero la cuestión fundamental es la tenencia de la tierra, en un país que sigue siendo, en gran medida, agrícolo ganadero. Según un estudio gubernamental de 2017, el 72 por ciento de las tierras cultivables están en manos de blancos, que son el 7 por ciento de la población. Mientras tanto, el 81 por ciento de la población, que son negros, tiene solo el 4 por ciento de la tierra. Esto es herencia de un sistema colonial de despojo que viene de larga data, pero que llegó a su cúspide de brutalidad durante el régimen del Apartheid, que imperó en Sudáfrica entre 1948 y 1994.

Ahora, con una ley del año pasado, el gobierno intenta una incipiente redistribución de las tierras, que algunos llaman exageradamente “reforma agraria”. Este andamiaje legal se completó en enero de este año con una ley de expropiaciones que permite expropiar tierras a latifundistas que no las hacen producir, ya sea por desidia y abandono o por especulación, esperando que suban su precio. Sin embargo, la ley no dice nada en cuanto al color de piel de los terratenientes, aunque, como ya se explicó, claramente son los blancos los grandes latifundistas.

Esto generó una reacción desmedida de esta minoría blanca, la mayoría afrikaneers (descendientes de colonos holandeses de Sudáfrica), que acusaron discriminación racial. Inmediatamente, Trump les dio estatus de refugiados políticos y les abrió los brazos, en momentos en que endurece sus políticas migratorias contra el resto del mundo y viene expulsando del país ilegalmente a miles de latinoamericanos. Pero claro, hay un detalle, estos sudafricanos son todos rubios y de ojos celestes, y la semana pasada ya llegó a Estados Unidos el primer contingente con 59 afrikaneers “refugiados”.

Con ese contexto por detrás, se reunieron el miércoles pasado los dos presidentes, cuando Trump volvió a atacar arteramente, sin aviso y a traición. De la nada, sacó unas capturas de pantalla y fotos con las que denunció un supuesto genocidio en Sudáfrica contra la población blanca. En ese momento, y ante toda la delegación oficial sudafricana, Trump mostró las capturas en pantalla y también entregó impresiones a su interlocutor mientras decía: “Estos son todos granjeros blancos que están siendo enterrados, me gustaría una explicación sobre este genocidio”.

Sorprendido, Ramaphosa atinó a responder “No hay un genocidio blanco en Sudáfrica, si lo hubiera no estaríamos acá. Me gustaría ver dónde es eso, porque no lo he visto”.

En las siguientes horas, se conoció que todo lo que dijo Trump era mentira. Eran imágenes tomadas por Reuter y por la revista American Thinker de la República Democrática del Congo. Concretamente, imágenes de febrero pasado en la ciudad de Goma, donde hay choques de las fuerzas gubernamentales y los rebeldes en medio de una guerra civil.

Joseph Goebbels, aquel ministro de Propaganda de Hitler, quien dijera que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, quedaría muy pequeño al lado de Netanyahu y Trump.

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