Criticar/ Comprender/ Actuar: la libertad de ser libres
Judith Butler, en un artículo ya clásico para la teoría feminista, diferencia entre crítica y juicio. Mientras el juicio desarrolla apreciaciones sobre hechos y opiniones presupuestas en el imaginario social, la crítica se caracteriza por desarmar configuraciones de ideas y de conceptos preestablecidos, muy difíciles de percibir como tales. Así, para la comunidad de un país determinado percibir un conjunto de ideas como preestablecidas es algo muy difícil de discernir. Este tipo de percepción o de punto de vista no está mal en sí mismo, pues estas ideas comunes son las que constituyen una cultura, un sentir compartido, una patria. No vamos a entrar aquí a debatir cómo se constituye ese sentir histórico, relacionado con una tradición ni tampoco a señalar cómo estas pueden ser reaccionarias, parciales, etc. Pero sí queremos señalar que el rol de la crítica sería desarmar y señalar esas configuraciones que no se perciben como tales, pero sobre todo se perciben como naturales y en un sentido, eternas.
Así, cuando hablamos de crítica pensamos no solamente en los espacios académicos en donde se realizan operaciones críticas respecto de tal o cual campo disciplinar (pienso por ejemplo en el rol de la crítica para la literatura latinoamericana propugnado por Octavio Paz, entre otros) sino que queremos reflexionar sobre el papel de la crítica en espacios más amplios de la sociedad. O sea, creemos que este rol se completa o efectiviza en tanto ese desmontaje crítico se proyecte al espacio social. Un ejemplo es el feminismo. Nadie podría pensar a comienzos del siglo XX, el cambio cultural que supuso esta corriente crítica y que se expandió en la sociedad internacional. Ahora bien, ninguna corriente crítica puede difundirse por la voluntad o la competencia de sabios o genios, o aun solo por movimientos sociales, sino que debe suceder algo en las relaciones de una comunidad, en sus condiciones materiales, para que estas teorías puedan escucharse. Ese algo no se produce en un instante, sino que es parte de un proceso complejo en donde intervienen las diferentes dimensiones de la vida social. Todo lo dicho hasta aquí ha sido repetido por distintos pensadores sociales; pero en el caso de la actividad crítica pienso que, como otros términos y otras afirmaciones, ha sido saturado de sentido. Esta operación puede describirse como una reiteración de significantes cuya acumulación produce un vaciamiento de contenidos. El efecto en la sociedad es una especie de sordera, cuyo resto audible es reducido a un bla bla bla sin información notable para los receptores. Pienso que esto ha sucedido con la noción de crítica: para el sentido común sólo supone la emisión de un juicio sin constatar los presupuestos: aquello de lo que, no se habla.
Pensando en estas diferencias de crítica y juicio quisiera detenerme en un concepto muy caro para la teoría política. Me refiero a la idea de libertad. Pareciera que la idea de libertad no necesita aclaración ninguna y en un sentido se asemeja a la idea de felicidad, tal vez como una búsqueda permanente de los seres humanos. Sin embargo, la libertad se convierte en algo abstracto si no podemos elegir las condiciones para ejercerla. Eso fue tal vez lo que nos sorprendió, hace tiempo ya, en la respuesta de un niño que rápidamente barajó esta idea: ¿Para qué me sirve la libertad si no tengo dinero para pagar un ómnibus? Era un niño pobre, tal vez aquel niño que el poeta mendocino cantó en el poema canción “Hay un niño en la calle”. Sin saberlo el niño nos señalaba un aspecto central en este tema: en el reino de la necesidad no es posible ejercer la libertad. Esta cuestión, en apariencia tan simple, ilumina sin embargo la complejidad del tema y nos invita a revisar nuestros actos teóricos. Dicho de otra manera, nos induce a la crítica. La libertad supone no solo un querer hacer sino un poder hacer. Este poder hacer tiene un límite histórico y social. O sea, depende de creencias de un momento dado, pero también de las condiciones materiales en las que un sujeto se sitúa para su discernimiento.
En Argentina, escuchamos que resuena en varios espacios un canto a la libertad sin considerar que hay presupuestos que no se explicitan, tal vez por motivos ético-políticos u otros. Lo cierto es que se refuerzan los contenidos relativos a lo individual y a lo particular, sin considerar que el marco de realización de los sujetos es un entramado entre ámbitos diferenciados, pero al mismo tiempo confluyentes entre lo privado y lo público, o entre lo social y lo individual. De allí la frase que recuperamos de Arendt y que la entendemos como una operación crítica: “la libertad de ser libres”, que indica el esfuerzo de la política o lo político en el cuidado de la vida de los seres humanos.