Intensos capítulos de violencia extrema ocurrieron anoche, en una lamentable vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana.
Barras del Rojo, encapuchados, ingresaron a la tribuna visitante con palos y piedras.
La mañana después mostró la dimensión. Baños destrozados sin inodoros, butacas quemadas, portones derribados y rejas forzadas. En los pasillos del estadio quedaron prendas de los visitantes y manchas de sangre.
Corriendo desesperados, con el rostro cubierto de sangre y fuera de sí. Así se retiraron varios hinchas chilenos que no habían tenido participación en los incidentes pero resultaron alcanzados por las agresiones.
Desde Chile, el presidente de la “U” confirmó que la mayoría de los heridos se encuentra fuera de peligro, aunque uno de ellos permanece internado en estado crítico. Las imágenes llegaron hasta el presidente de Chile y de jugadores del plantel, quienes repudiaron lo ocurrido.
Seguridad cuestionada
La actuación policial fue uno de los puntos más señalados. Pese a la presencia de más de 800 efectivos en las inmediaciones del estadio, no se advirtió intervención alguna durante el ingreso de los barras locales a la tribuna visitante.
La barra de Independiente atacó a una treintena de hinchas chilenos que todavía permanecían en la tribuna más de una hora después, mientras la policía recién iniciaba el operativo para desalojar el estadio.
Repercusiones
La Conmebol anunció la suspensión definitiva del encuentro y la derivación del caso a sus órganos disciplinarios. No habrá reprogramación del partido y resta esperar las eventuales sanciones para ambos clubes.
Ver baños destrozados, pasillos rotos y butacas arrancadas lleva a reflexionar. El fanatismo saca lo mejor y lo peor de un hincha: aliento, pero también violencia. La pregunta que queda es si vale la pena arriesgar la vida en una tribuna.