La crisis económica golpea directamente el bolsillo de las familias argentinas, y las tarjetas de crédito se convirtieron en una salvación momentánea que ahora se transforma en un problema estructural. Según los últimos informes del sistema financiero, la mora en el pago de tarjetas de crédito alcanzó el 6,7% en agosto de 2025, el nivel más alto en más de una década.
El dato representa un salto del 252% en solo un año —en 2024 la morosidad era del 1,9%— y refleja el impacto de la inflación, la pérdida del poder adquisitivo y las tasas de interés que superan ampliamente el 200% anual. En la práctica, una de cada tres familias utiliza la tarjeta para comprar alimentos o medicamentos, y muchas ya solo pueden pagar el mínimo o directamente dejan de hacerlo.
Otro estudio reciente muestra que el 19% del ingreso familiar promedio se destina hoy al pago de deudas e intereses, y que la morosidad total de los créditos a hogares asciende al 6,6% del total del sistema, el valor más alto desde 2010. Las principales causas son el uso extendido del crédito para cubrir gastos básicos, la caída de los salarios reales y la falta de ahorro disponible.
Especialistas en consumo y finanzas personales advierten que el endeudamiento masivo con tarjetas y billeteras virtuales ya alcanza al 90% de los hogares. A este ritmo, señalan, el riesgo de sobreendeudamiento se profundiza y podría derivar en una contracción del crédito al consumo, afectando aún más la economía.
Detrás de las cifras hay historias concretas: familias que piden un préstamo para pagar otro, trabajadores que acumulan intereses impagables y jóvenes que ingresan al sistema financiero por necesidad y no por planificación. En un contexto donde el dinero no alcanza, las tarjetas dejaron de ser una comodidad para convertirse en un símbolo del endeudamiento cotidiano y de una economía que respira a crédito.