Córdoba

El sueño del pibe

Las luces de TikTok me cegaban. El quia fachón tenía un aire a James Dean, pero roñoso y sin afeitar, los brazos tatuados y la infaltable gorrita con la visera para atrás. Minutos después tocaba el piano como si hubiera aprendido clásico. Me sobresalté. ¿Era cierto lo que estaba oyendo? Entonces presté atención.

El sueño del pibe, tango de Reinaldo Yiso y Juan Puey. Encima, con la mano izquierda, que el adonis sacaba del piano, mientras hacía un ademan de tanguero viejo, de yo me las sé todas. Abajo leí Airbag. No me sonó. Después me enteré de que a Pato Sardelli lo llevaba la abuela a Grandes Valores del tango desde los siete años. Ahí cantaba. Entre paréntesis, habría que estudiar la influencia de las abuelas en el arte y la literatura.

El tema del legado

Liliana Herrero dice en un reciente reportaje: “El pasado no es nada si no es interrogado por el presente, y el presente a su vez no es nada sino interroga al pasado. Por ejemplo, Los ejes de mi carreta que dura 8 minutos, una locura, pero es una secuencia que se repite todo el tiempo, no se mueve más que en alguna nota para acompañar la armonía. Yo lo que hice ahí fue cantarla primero como es, diciendo las palabras que puso Yupanqui, y después fui sustrayendo palabras: de “no necesito silencio”, paso a “necesito silencio”; de “ya no tengo en quién pensar”, paso a “tengo en quién pensar”. O sea, al legado se lo manosea. No es sagrado”.

Vamos a la letra de El sueño del pibe. Esos nombres, para mí desconocidos, como el de Emilio Baldonedo del Atlético Huracán, Rinaldo Martino de San Lorenzo, Mario Boyé de Boca y Bernabé Ferreyra de River Plate, eran los que aparecían en la versión primera, la de 1945, grabada por Pugliese con la voz de Roberto Chanel. Ya lo estoy escuchando a David Viñas gritándome: “¡Erudición reciente!” Y qué querés si yo si me crié escuchando El Glostora Tango Club, infaltable en la radio al capricho de la llamada “muchacha”, y no sé porque la llamaban así, porque era obvio que era una muchacha. Le daba duro a D’Arienzo sobre todo, y mi tango favorito era Felisa Tolosa, que creo recordar decía “al Tolosa lo había robado y al Felisa lo había inventado”, que me dio pie al “María Moreno”.

¿Qué inventaba el legado Maradona? Afinar bien más allá de la lengua y decir en lugar del nombre de los viejos ídolos, otros incluido el propio: “Mamita querida, ganaré dinero, seré un Maradona, un Kempes, un Olguín. Dicen los muchachos, del norte argentino, que tengo más tiro que el gran Bernabé”.

Y bueno. Marguerite Duras también hablaba en tercera persona de sí misma. Pero lo que me sorprendió fue que dijera “la madre extrañada cruzó el piletón” ¿Qué? ¿Cómo un patio? ¿Pretendía, reivindicativo, que la casa de la calle Azamor en Fiorito donde nació, fuera tan grande como para ser cruzada? Hacer que la madre cruce un piletón es engrandecerla. Eso fue en Maradona su legado.

Pero todo esto fue para decir que yo tengo el legado de mi voz anterior, grabada antes de mi ACV. Y que voy a desobedecer la voz de mi fonoaudióloga, voy a usar la voz que tengo ahora que suena como la de una tortuga en el fondo del mar, no la voz hegemónica, la voz reeducada, la voz perdida, sino ésta, que suena para decir poemas como éste, de la poeta mexicana Guadalupe Amor:

Letanía de mis defectos

Soy vanidosa, déspota, blasfema;

soberbia, altiva, ingrata, desdeñosa;

pero conservo aún la tez de rosa.

La lumbre del infierno a mí me quema.

Es de cristal cortado mi sistema.

Soy ególatra, fría, tumultuosa.

Me quiebro como frágil mariposa.

Yo misma he construido mi anatema.

Soy perversa, malvada, vengativa.

Es prestada mi sangre y fugitiva.

Mis pensamientos son muy taciturnos.

Mis sueños de pecado son nocturnos.

Soy histérica, loca, desquiciada;

pero a la eternidad ya sentenciada.

María Moreno

Texto leído durante la presentación del libro La merma, de María Moreno, 25 de septiembre de 2025.

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