Cecil Taylor, en la óptica de César Aira
Son vastamente conocidas, al menos para algunos lectores y para algunos melómanos, las relaciones entre la música de jazz y la literatura. En Argentina, desde que Cortázar publicó el cuento El Perseguidor (Las Armas secretas – 1959), inspirado en la tortuosa vida del saxofonista Charlie Parker, el creador del jazz moderno, se fueron desgranando, con el tiempo, otras delicias como ser las irrupciones de El Club de la serpiente (en la novela Rayuela de 1963), en el que un grupo de fanáticos del género se juntan a escuchar y discutir sobre discos de jazz.
Más adelante, aparecen los relatos de ‘La vuelta al día en ochenta mundos’, donde Cortázar rinde culto a Louis Armstrong (Louis, enormísimo cronopio), recuerda emotivamente a Clifford Brown (Clifford), el talentoso trompetista fallecido en un accidente automovilístico a los 25 años, y se fascina al ver en vivo al gran pianista del bebop con “La vuelta al piano de Thelonious Monk”, en su genial reseña del concierto de Ginebra, en marzo de 1966.
El viejo Cecil, por Aira
En la rica y vasta tradición literaria argentina, últimamente se ha inscripto un nuevo candidato frustrado al premio Nobel: César Aira. Su prolífica y originalísima obra lo inscribe dentro de la primera línea de la literatura mundial. Existe un relato suyo sobre el exquisito y descomunal pianista Cecil Taylor que data de 1993. Ese cuento describe una escena en Manhattan donde una prostituta negra y un grupo de hombres observan un gato acechando a una rata a través de una vidriera. El cuento luego discurre sobre la imposibilidad de escribir una biografía de un artista como Taylor, el innovador pianista de jazz estadounidense conocido por su pionero estilo atonal.
Ese cuento mítico de César Aira tiene un reborde biográfico y un origen biográfico. Parte del relato es la versión de Aira de una anécdota que le contó el escritor Osvaldo Lamborghini, que a su vez la había oído de boca de un suboficial. En la biografía de Lamborghini se pueden leer las dos versiones de esa historia y la que termina escribiendo Aira, publicada en una antología en 1993, son retazos de la trayectoria de Taylor pero también disquisiciones sobre el arte de la biografía, la narración, la música, el éxito y el fracaso. En lugar de construir un relato biográfico de la genialidad artística de Taylor, lo que hace Aira es situar a su protagonista cuando aún era poco conocido y se ganaba la vida en una estación de servicio.
Es tal la envergadura de la obra de Aira que ha disparado incluso la publicación del cuento en inglés, en The Musical Brain and other stories, el último o penúltimo de la decena de títulos que ha publicado la editorial estadounidense New Directions. En una de las presentaciones del libro en Nueva York, apareció nada menos que el propio Cecil Taylor. Poco antes de su edición, la mítica cantante Patti Smith escribió una reseña para el diario The New York times, en la que se explayó vastamente sobre su admiración por la obra de Aira.
Una mañana en La Cumbre
Una tranquila mañana de otoño estábamos desayunando en un café en la hermosa localidad de La Cumbre. Habíamos asistido al FILBA, el festival itinerante de literatura de Buenos Aires que se hace en lugares no centrales. Hemos tenido la dicha de escuchar a Juan Sasturain relatarnos cuentos en un barcito nocturno, casi como si fuéramos niños. Y también de ver y disfrutar la palabra y las anécdotas de esa enorme personalidad, ese tipo sensible y escritor genial que era Juan Forn, en la que, a la postre, sería una de sus últimas apariciones públicas, antes de partir para siempre.
Mientras leo el diario, me topo con la noticia: ha muerto el viejo Cecil Taylor, una de las leyendas mayores de la historia del género. Aún shockeado por la noticia, descubro ese mismo día que César Aira, nuestro hombre de letras, le ha dedicado un bello relato. No puedo imaginarme más que su lectura, no sólo para mí, sino también para los oyentes a través de la magia que emana de un programa de radio dedicado al jazz y, en parte, a la literatura.
