El manual básico de la suerte electoral de los gobiernos nacionales desde 1983 a esta parte indicaba que:
– A buen desempeño económico, ratificación en las urnas (escándalos: qué importa! quiero zapatillas, asado, vacaciones en Miami o El Fantasio) .
– Cuando los números no acompañan, pulgar abajo (qué desastre la corrupción, nosotros que somos tan honestos).
El gobierno nacional vuelve a vivir por estos días una primavera -a la que suele azotar cada tanto, muy seguido, vientos Zonda- que le da aire. Aire logrado con las elecciones del 26 de octubre y un resultado que casi nadie esperaba (ni siquiera el propio gobierno). Frente a esto, y una economía que sigue cayendo:
– ¿Se rompió el manual?
– No muchacho, es que a usted le faltó leer el epílogo.
Evidentemente todos los indicadores económicos dan mal. Y no hablamos de lo que miden las consultoras enemigas de LLA, sino de los propios números del INDEC, que, pese a las malas noticias semanales, empieza a ser discutido como en los tiempos de Guillermo Moreno.
Las exportaciones no crecen y las importaciones nos inundan (es oficial). El saldo comercial a favor (que en los últimos 20 años fue la salvaguarda para evitar crisis peores a las vividas) es prácticamente nulo. Quedan unos pesos (dólares) para comprar resmas de hojas (para el toner no alcanza). El país industrial que proyectaron los partidos tradicionales argentinos en el Siglo XX cae más que nunca frente a un modelo agrario que nos devuelve a 1880. Cierran empresas, se pierden puestos de trabajo registrados (es oficial, no la ocurrencia de un escriba acalorado). ¿Entonces?
Entonces las variables son muchas más. Si LLA en 2023 fue la expresión de una esperanza policlasista que tomaba votos de los pobres, de los no tan pobres y algunos varios ricos, el mapa de las elecciones de 2025 muestra el recambio: ahora el votante de la LLA no es transversal a los bolsillos sino más bien, es el voto de un bolsillo en particular, claramente definido. El bolsillo del que más tiene.
El mapa de las últimas elecciones muestra, sin tantas vueltas, que el votante de la LLA ahora es casi similar al votante de JxC en 2015 y sucesivas elecciones: mejor poder adquisitivo, ubicación en las zonas productivas del país, clases medias acomodadas y altas. ¿Entonces? Entonces ahí las variables económicas cambian: sí, se pierden puestos de trabajo, pero entre obreros industriales y de la construcción y no tanto en el sector servicios y entre los trabajadores de cuello blanco. Sí. Caen las compras en los súper, pero no en las plataformas que venden importados (que se cuadriplicaron en relación al año pasado).
Si bien el INDEC muestra indicadores casi siempre a la baja, hay algunos que no: bienes de consumo importados, pum para arriba. Autos importados, pum para arriba. All inclusive en el Caribe: llenos de argentinos/as. Saben, muy bien, en el gobierno, el costo y el beneficio de su medida más costosa y beneficiosa: el dólar barato. El beneficio es ése: los viajes, los autos, China (comunista). El costo: un endeudamiento que alguien alguna vez pagará.
La situación no es inédita: en 2017, el por entonces presidente Mauricio Macri ganó con claridad las legislativas con el mismo panorama: dólar barato, acceso a bienes suntuosos para (un sector) de la sociedad. La historia que siguió a aquello es conocida: en 2018 el dólar fue imparable y la inflación y todo eso que ya tanto sabemos (2 máster y 4 doctorados en crisis). También hubo momentos K de dólar regalado: justo coincidió con el 54% de CFK en 2011. DDHH, PakaPaka y ciencia nacional nos encantan, pero nada se compara a ese billete verde a nuestros pies (de barro).
¿Será el dólar lo que hoy en 2026? Vaya uno a saber. En realidad, ese uno ya lo sabe, pero mejor silencio, hacerse el gil: que cuando explote, estemos lejos. Lo que si está claro es que todo lo que se hace, se hace en nombre del liberalismo. Un liberalismo que critican Redrado y Cavallo. Que Adam Smith no se entere.
Las consecuencias de un modelo económico en donde casi lo único que crece es la intermediación financiera y el aumento de impuestos (es oficial: ver el último EMAE), siempre han sido negativas para (casi) todos. Pero en las democracias las elecciones se ganan por medio gol. Y no importa si el gol lo hizo Batistuta (perdón por el anacronismo) o un rengo que jamás pateó un fútbol. Vale igual. Y cuando ganas, por más que pocas personas hayan ido a votar, sentís que tenés carta blanca para avanzar. Aun cuando el muro de los lamentos está al frente y es casi seguro que te lo llevas puesto.
– ¿Y las coimas del 3% y las universidades y su financiamiento y las personas con discapacidad y las obras públicas que ya no se hacen y los gobernadores sin un mango y todo eso que dicen en los medios?
– Dejá de joder, querés, correte que estoy viendo lo bien que juega ese dólar barato.
