Cruje el poder occidental
Las últimas cumbres de los países “más poderosos” del mundo mostraron en las últimas dos semanas más dudas que certezas. Primero fue la cumbre del G7 en Canadá, y luego, la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en La Haya, Países Bajos.
La falta de consensos, la filtración de posturas muy diferenciadas y los enojos públicos de Donald Trump, marcaron las dos cumbres, que, lejos de consolidar la influencia de los “poderosos”, proyecta sombras sobre esa condición.
Primero fue en Kananaskis, provincia de Alberta, Canadá, donde se juntaron los que se autodenominan “los países más industrializados del mundo”, aunque no lo sean. Estados Unidos, Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y Reino Unido, forman parte de este selecto grupo, aunque países como China o la India tienen más industria y más PBI que algunos de ellos. Allí, Trump abandonó la cita sin firmar el documento final, que llamaba a Israel y a Irán a desescalar las tensiones luego de los ataques preventivos (injustificados) de Tel Aviv contra Teherán.
Esa ya fue una muestra de las rispideces dentro del grupo, sobre todo producto del excesivo protagonismo de Trump, quien días después tomaría la decisión unilateral de entrar en la guerra iniciada por Israel, como para retomar la iniciativa geopolítica. Para no quedar entrampado en el palabrerío estéril de los europeos, y tampoco quedar relegado por el hiperrealismo de Netanyahu, Trump decidió bombardear instalaciones nucleares de la república islámica. Instalaciones que, después se supo, habían sido previamente evacuadas y desocupadas del uranio enriquecido, con lo cual, esos ataques habrían sido casi inofensivos. Pero le sirvió mediáticamente a Trump, para atribuirse éxitos ficticios y luego también decidir cuándo parar, para recuperar su halo de “pacificador”.
Pero ni lerdo ni perezoso, en la siguiente cumbre, la de la OTAN, Trump empujó a sus aliados a aumentar el gasto en armamento para sostener la alianza bélica. El aumento impuesto por Trump a sus propios aliados fue llevar cada contribución al 5 por ciento de su PBI. Y como siempre, tenía que hacer su show y pelearse con alguien. Esta vez, fue con Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, quien se negó al aumento de presupuesto en armamentos, aduciendo que, para hacerlo, debería aumentar impuestos y recortar gastos sociales para su pueblo. “España es terrible, son el único país que no pagará al completo, pero no voy a permitirlo, pagarán el doble y tendrán que devolvérnoslo con el comercio”, vociferó Trump en La Haya.
Recordemos que la OTAN se creó en 1949, cuando comenzaba la Guerra Fría, para contraponerse al Pacto de Varsovia. Con la disolución de la Unión Soviética, Estados Unidos se comprometió con Rusia a no incorporar nuevos socios de la OTAN que amenazaran sus fronteras, promesa que los líderes del imperialismo atlantista incumplieron. Ya en 1999 incorporaron a Polonia, Hungría y la República Checa, en 2004 Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia, en 2009 Albania y Croacia, en 2017 Montenegro y en 2019 Macedonia del Norte. En 2022 estaba a punto de entrar Ucrania cuando Moscú lanzó su operación militar especial para impedirlo.
Estas cumbres y sus problemas internos son un claro síntoma de la reconfiguración geopolítica del eje de poder que, cada vez más, se corre hacia Eurasia, con los BRICS ampliados como centro.
Sin embargo, como decía Antonio Gramsci hace 100 años, lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer, y en los claroscuros del mientras tanto, surgen los monstruos.