Entre el grotesco y la gloria: las calles de Córdoba, el jazz, el cine y la historia
El grotesco
…una vieja… o dos, escarban en una batea cargada con no menos de 15 kilos de frutillas podridas en pleno centro cordobés en la mañana de un sábado, azotado por la brutalidad de un viento norte que bien podría haber calcinado la glacial conciencia y temperamento del mejor promedio de la facultad de ciencias químicas, buscando algunas que no estén “pasadas”, mientras otros esperan en la vereda su turno (por alguna razón estiman que no se puede molestar en esta tarea clasificadora), tratando, eso sí, de identificar aquella que merced a un celo parido de tan particular situación, puede o no terminar en la bolsa de la que ya está llegando al fondo “licuado” del receptáculo de todas sus pretensiones. Dos días después, el producto colectivo de la zaranda humana yace embolsado en esa misma batea promocionándose ahora como “materia prima para mermelada” …Grotesco;
Sony Rollins, en plena euforia improvisadora -probablemente neoyorquina por lo sólidamente rocoso del terreno- y en el entorno natural de una plaza seca, extrañamente irregular, urbana, ciertamente inadecuada para un artista que hace del vigor para ejecutar el saxo tenor y sus movimientos violentos una bandera y privilegiado elemento a destacar de su estilo, cae, se quiebra algunos huesos y sigue tocando desde el suelo (ahora con sus piernas convenientemente cruzadas) … Grotesco;
Una de las innumerables secuencias que rebotan en el espacio virtual producido y gestionado por teléfonos móviles, muestra un ejemplar imponentemente drogado de león, subirse al acoplado en movimiento que lo transporta de una cárcel al aire libre a otra, antes de saltar sobre el tenebroso pavimento de una autopista sudafricana, sobre la que reinará por algunos instantes deteniendo el transito…glorioso!!
En todo caso, la hermenéutica grotesca de la realidad nos acompaña en algo tan cotidiano como el lenguaje, nuestro idioma, entrenamiento visual, género literario, política cultural o -desafortunadamente tal vez- expediente de vinculación con nuestras estructuras de dominación; Aquello que buscamos, pero sin ambiciones de entender, estudiar, querer o apreciar, viste los harapos irremediablemente inmundos del grotesco.
En su obra Taxidermia, el director húngaro György Pálfi parece haber extraído una conclusión semejante en la operación histórica que ensaya, revisando el transcurrir de su cultura nacional en un viaje temporal por las pesadillas subsecuentes de la segunda guerra mundial, su corolario soviético, y un presente ya trascendente de consumismo exacerbado, desplome moral y aislamiento afectivo. Sus personajes principales, padre e hijo, no tienen en común más que su destino de encarnar en sus cuerpos, implacable y obscenamente, el tono invariablemente grotesco con el que el historiador/cineasta elige poner en escena la historia de su país.
A la sazón, su empresa artística se demuestra exitosa porque sintetiza una variedad de hechos en un conjunto capaz de conjurar una imaginación, calibrada en la intención impiadosa, y genuinamente grotesca, de tal vez mostrar demasiado de todo lo que las buenas intenciones y políticamente correcto de los sentires más íntimos prescriben, debe ser escondido. De sondear en aquello que nunca va a comprenderse y vivirá por ello como canal permanentemente abierto a una experiencia sin moraleja posible, sin aprendizaje evidente, una repugnante muestra barroca (un primo genérico del grotesco) de mezcla imposible de elementos ultra-realistas (históricos) con las más insondables referencias primigenias y surrealistas al sexo, la comida y la muerte.
La gloria
Al menos en el marco de una estricta tradición judeo/ cristiana, cantar glorias es una forma de festejar rezando, de invocar a dios con júbilo, y por lo tanto de reafirmar alegremente el orden supremo que reina sobre todas las diferencias, perenemente ataviadas en la acción de discordias, impertinencias, el ridículo y su pariente cercano, el miedo. Si en términos poéticos e interpretativos el grotesco es un ensayo interminable que engendra la originalidad del mundo y sus permutaciones permanentes: el cambio; La gloria es una fórmula furibunda, que no puede desembocar sino en la reafirmación de lo ya conseguido, de lo evidente: el natural de las cosas.
No parece este el lugar correcto para debatir sobre los temperamentos que debe adoptar un buen cordobés para vivir hoy de la mejor manera posible, quizás la gracia, la gloria de aprender a llevarse a la boca una mermelada soberbia implique acostumbrarse a meter la mano en una batea llena de frutillas podridas -o esperar el turno-, ser uno de los mejores saxofonistas de jazz de todos los tiempos conlleve la habilidad de tocar, con un miembro roto y acostado sobre piedras, el instrumento casi más desafiante desde el punto de vista físico que uno pueda imaginar; O encontrar la mejor operación histórica, prescindir por un momento del riguroso orden documental del testimonio de primera mano, para sumergirse en el acidificante y estridente mundo de la representación grotesca, que en términos simbólicos tal vez todo lo puede, a costa de resignar cualquier chance de arribar de una vez a las costas de lo acordado, establecido o definitivo.
Referencias
Sonny Rollins, https://www.rtve.es/play/videos/jazz-entre-amigos/jazz-entre-amigos-sonny-rollins/3940018/#
György Pálfi, https://es.wikipedia.org/wiki/Gy%C3%B6rgy_P%C3%A1lfi
Esteban Chatelain,Profesor y Licenciado en Historia (Universidad Nacional de Córdoba), nacido en Monte Maíz, Departamento Unión, provincia de Córdoba.